Ese día se suponía que caminaría poco, pues en un día y medio ya había recorrido gran parte de Toulouse. Pero era domingo y no sé calmarme cuando viajo. Primero fui a una muestra fotográfica en una “torre de agua”, después fui a una especie de central hidráulica/museo, ahí sobre la costa del Río Garona. Después me fui a donde el diablo perdió el poncho (?) al museo de la aeronáutica. Como cerraba temprano tenía tiempo de volver para el centro. Y ahí es donde la promesa de tormenta, que hubo durante todo el día, se cumplió. Ya no era amenaza, era inminente. Levanté la mirada y vi un frente de tormenta imponente. Hasta me dio algo de miedo. El paisaje tenía un dejo apocalíptico. Me sentí algo sola, como pocas veces en el viaje. Quizás el que fuera domingo a la tarde no ayudaba. Aceleré el paso porque todavía tenía que caminar bastante para estar a salvo (?)

Es cierto que no llegué a tiempo, que volví a la casa pasada por agua. Pero también es cierto que la tormenta se veía peor de lo que realmente fue. Fue una lluvia más. ¿Cuántas veces sentimos miedo por cosas que no lo valen? ¿Cuántas veces vemos problemas donde no los hay? Por suerte, el tiempo hace lo suyo y pone todo en su lugar. ☺️