En 2014 no conseguí entradas. Me volví de ese viaje con el corazón roto (?) pero con una certeza: tenía que volver y esta vez no habría excusas.
La última noche en NYC fue perfecta. Me compré unas frutillas con chocolate Godiva y me senté, dispuesta a sorprenderme como cuando era chica, dispuesta a decir wow tantas veces como hiciera falta.
No hay palabras que puedan describir tanto talento, tanta magia. Y como siempre, cuando la alegría no me entra en el cuerpo, ¿qué hago? Lloro. Lloré de emoción entre canción y canción. Lloré por sentirme dichosa de poder estar viendo nuevamente un espectáculo en Broadway. Lloré porque le creí al Genio todo lo que dijo. Lloré porque le creí a Aladdin que existe un mundo ideal.
Sigo creyendo que este año la mejor decisión fue haber hecho este viaje. Qué feliz que soy viajando. Quizás sea genético así que mildis por tanto nivel de cursilería con el viaje y las fotos. Cualquier reclamo pueden hacérselos a mis viejos. Ellos me enseñaron que la mejor plata invertida es la que se gasta viviendo, digo viajando. 😝