Carcassonne entra en el top 5 de lugares que más me sorprendieron, entre los 40 puntos que visité en este viaje. Y eso que en algún momento entre tanta maravilla la competencia se vuelve compleja.
Puedo entender que en parte me sorprendió porque no estaba en el plan original. Fue una recomendación de mi madrina y mi madre, mi travel planner (?) oficial, insistió con intensidad para que no me lo perdiera. Definimos juntas entre qué ciudad y qué ciudad convenía meterlo. Más allá de esta improvisación, que lejos estuvo de ser la única, no sé decir por qué me flipó (?) tanto.


Es una ciudad amurallada, como tantas otras de Francia. Tiene un castillo, como tantos otros que visité en este viaje. Aún sin una particularidad me dejó con la boca abierta. Y no sé decirles por qué. Es de cuentos. Y ahí fui feliz. Quizás por la casa en la que dormí con vista a las murallas. Quizás por el desayuno casero de Jeannette, su cálida compañía y nuestro diálogo torpe. Yo sin hablar francés. Ella sin hablar español. Con mucha seguridad me dijo que siga viajando, que disfrute, que la vida me daría muchas sorpresas pero que me iban a encontrar andando, que tendría tiempo de hacer todo lo que me propusiera.
Ese día no fue perfecto. De hecho estuvo lleno de complicaciones. El paro de trenes, el Santander que me dejó sin plata a 13.000 km de distancia y aún con varios meses de viaje por delante. El día no fue perfecto pero me quedó esa sensación de estar dentro de un cuento, me quedé con la sensación de que puedo hacer todo lo que me proponga, elegí hacerle caso a Jeannette y seguir disfrutando de ese viaje al que todavía le faltaba mucho.